Ana y Jorge habían discutido fuertemente y estaban tremendamente alterados: ella en la sala y él en la cocina. Habían llegado a ese punto en que ninguno entendía los argumentos del otro y las sensaciones eran intensas. En ese momento ambos tenían ganas de marcharse dando un portazo y mandar al diablo el matrimonio que ya llevaba sus buenos tres años. Se cruzaron precisamente en el dormitorio cuando ambos iban a hacer una maleta para irse, se toparon sin querer y se quedaron mirando. Fijamente.